Creo que está sobrevalorado reír.
Insisto.
Hay que reír, siempre que sea,
después de llorar.
Y llorar con todo el cuerpo
con el alma, con la sangre.
Llorar por lo que no pudimos ser.
Soñamos ser dioses y somos mortales.
Llorar por las contracicciones y la estupidez.
Llorar a lágrima viva, lo que duele nacer,
vivir y morir. Sobre todo morir.
Llorar con el corazón, con los pulmones,
con el vientre.
Llorar la rabia y la desesperación
hasta que llegue la esperanza.
Y después de llorarlo todo y bien.
Entonces gocemos y ríamos hasta el tuétano.
Que la vida son dos días.