Ayer estaba en la cola de un gran supermercado,
esperando a pagar.
Delante de mi había una familia, inmigrante, blanca,
con dos niñas de la edad de mis hijos.
Habían hecho una gran compra y llevaban unas pistolas de agua.
Al ir a pagar, la maquina no les aceptaba la tarjeta.
Lo intentaron varias veces.
La familia no lo entendía, era una tarjeta nueva.
La mujer se fue enfadada a reclamar y dejó allí la compra.
Después me tocaba a mi
la cajera me dijo que seguramente,
no tendrían dinero, suele pasar.
Se me cayó el alma a los pies.
Podría haber sido yo.
Llevo 20 años payaseando, angostizando
y contando dimentcias parecidas.
En estos 20 años, no ha cambiado nada.
Es más todo ha ido a peor.
Y lo peor es, que a mi edad ya no creo a nadie.
Sencillamente, no creo.
Es triste.
Sólo sé que pagamos muchos sueldos, demasiados.
Y coronas y vitalicios, y no hay justicia.
Y perdí la perspectiva.
Pienso : Será sólo en mi casa,
o el mundo entero funciona así?
Yo tengo suerte, todavía puedo pagar
cantidades ingentes y desproporcionadas
de luz, agua … techo y comida.
Quien sabe hasta cuando.
Aunque tarde, creo que debo contestar. El episodio que cuentas es lamentable, no por el hecho que ocurra. Yo tambien alguna vez en época de penurias he temido eso. Lo peor es la desesperanza. Es lo único que no puedo soportar.
Absolutamente de acuerdo, Billy. La desesperanza es terrible.